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Las excepciones a las tradiciones de dignidad de pacotilla y falsa erudición en la redacción de reseñas jurídicas son tan raras como hermosas. De vez en cuando, un Thomas Reed Powell se sale con la suya con una opinión judicial imaginaria que le da una verdadera vuelta de tuerca a la cola del león. De vez en cuando, un Thurman Arnold se olvida de sus notas a pie de página, como si dijera que si la gente no le cree o no le entiende, es problema de ellos y no suyo. Pero incluso infracciones de etiqueta tan leves como éstas se toleran con cautela y en contadas ocasiones, y es probable que los hermanos más piadosos de los escritores las miren con un poco de recelo.