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En cierto sentido, toda construcción humana, ya sea mental o material, es un componente en un paisaje de miedo porque existe en un caos constante. Así, tanto los cuentos infantiles como las leyendas de los adultos, los mitos cosmológicos e incluso los sistemas filosóficos son refugios construidos por la mente en los que los seres humanos pueden descansar, al menos temporalmente, del asedio de la experiencia incipiente y de la duda.