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Rezo en todas partes: en la ducha, en el avión, en medio del tráfico, en cualquier sitio. Cuando siento que ya he tenido suficiente, literalmente me arrodillo, inclino la cabeza y le pido a Dios ayuda y fuerza. Sé que no debo pedirle paciencia, porque entonces Él me da situaciones en las que tengo que ser más paciente; ¡he aprendido esa lección! Y si estoy teniendo un día maravilloso, me detendré para darle las gracias. Es una relación.