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Dulce para mí no era la voz del hombre, Pero la voz del viento era entendida por mí. Los abrojos y las ortigas alimentaban mi alma, pero amaba más que a nadie al sauce plateado.
Dulce para mí no era la voz del hombre, Pero la voz del viento era entendida por mí. Los abrojos y las ortigas alimentaban mi alma, pero amaba más que a nadie al sauce plateado.