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Los ordenadores nos permiten simular el mundo físico con gran fidelidad. Pero cuando entra en juego el mundo espiritual o el comportamiento humano, no tenemos un modelo muy bueno para ello.
Los ordenadores nos permiten simular el mundo físico con gran fidelidad. Pero cuando entra en juego el mundo espiritual o el comportamiento humano, no tenemos un modelo muy bueno para ello.