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La ciencia tiene la incómoda costumbre de apartar al ser humano del centro de la escena. En nuestras historias precientíficas, los seres humanos empezaron siendo el punto central de la Naturaleza, viviendo en una Tierra que era el centro del universo. A medida que se investigaban más a fondo los orígenes de la Tierra y de la humanidad, se hizo evidente que la Naturaleza tenía otros intereses además de las personas, y que la Tierra era menos central de lo que se esperaba. La humanidad no era más que una rama de la gran familia de la vida, y la Tierra es un planeta pequeño que orbita alrededor de un sol poco excepcional, bastante alejado en un brazo de una galaxia espiral común y corriente.