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Cuando canto para Dios, me siento en sintonía con Dios, y la casa de Dios, La Meca, está justo delante de mí. Y adoro. Cuando canto para Mahoma, la paz sea con él, nuestro profeta, siento que estoy sentado justo al lado de su tumba, Medina, y le presento mis respetos y admito ante mí mismo que acepto su mensaje.