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Con esta recitación de parafernalia y detritus, O'Brien consigue encapsular la experiencia de un ejército y de una guerra en particular, de un paisaje minado y lleno de trampas explosivas, de noches frías y días calurosos, de monzones y arrozales empapados, y de la posibilidad de ser abatido, como Ted Lavender, de repente y de la nada: no sólo en medio de una frase, sino en medio de una cláusula subordinada.