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Hay demasiado en el mundo, de la "mentalidad celestial" que se gasta en la contemplación de las alegrías del paraíso, que no realiza ningún deber que pueda eludir, y cuya oración constante es ser levantado en alguna inundación abrumadora de la gracia divina, y ser llevado, en medio de la admiración de los hombres y el júbilo de los ángeles, hasta el mismo trono de Dios.