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A primera vista, la vanguardia en su conjunto parece estar unida principalmente en términos de aquello a lo que se oponen: el rechazo de las instituciones sociales y las convenciones artísticas establecidas, o el antagonismo hacia el público (como representante del orden existente). Por el contrario, cualquier programa positivo tiende a ser reivindicado como propiedad exclusiva por subgrupos aislados e incluso antagónicos entre sí. Así, el arte moderno aparece fragmentado y sectario, definido tanto por los manifiestos como por el trabajo imaginativo.