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Los hombres que no se interesan por la filosofía la necesitan más urgentemente: están más indefensos ante su poder. Los hombres que no se interesan por la filosofía absorben sus principios de la atmósfera cultural que les rodea: escuelas, universidades, libros, revistas, periódicos, películas, televisión, etc. ¿Quién marca el tono de una cultura? Un pequeño puñado de hombres: los filósofos. Los demás les siguen, por convicción o por defecto.