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El alma humana no quiere que la arreglen, simplemente quiere que la vean y la escuchen. El alma es como un animal salvaje: dura, resistente y tímida. Si vamos por el bosque gritando para que salga y podamos ayudarla, el alma se quedará escondida. Pero si estamos dispuestos a sentarnos en silencio y esperar un rato, el alma puede mostrarse.