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No es difícil concebir, sin embargo, que por muchas razones un hombre escriba mucho mejor de lo que vive. Porque, sin entrar en especulaciones refinadas, puede demostrarse que es mucho más fácil diseñar que realizar. Un hombre propone sus esquemas de vida en un estado de abstracción y desentendimiento, exento de las seducciones de la esperanza, las solicitudes del afecto, las importunidades del apetito o las depresiones del miedo.