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Un autor de éxito corre el mismo peligro de que disminuya su fama, tanto si sigue escribiendo como si deja de hacerlo. La consideración del público sólo se mantiene mediante el tributo, y el recuerdo de los servicios pasados languidecerá rápidamente a menos que las sucesivas actuaciones lo reaviven con frecuencia. Sin embargo, en cada nuevo intento hay un nuevo peligro, y son pocos los que, en algún momento desafortunado, no dañan su propio carácter al intentar agrandarlo.