Desde Agustín en adelante, los teólogos han tratado de obligar a la gente a aceptar su interpretación especial de las Escrituras, y las torturas de la inquisición, el potro, el tornillo, la hoguera, las persecuciones por brujería, los azotes de mujeres desnudas por las calles de Boston, el destierro, los juicios por herejía, el ronzal al cuello de Garrison, la muerte de Lovejoy, la marca del capitán Walker, los gritos de infiel y ateo, todo ha sido con este propósito.