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El golf no puede jugarse con ira ni con excesos emocionales. La mitad de las pelotas de golf que golpean los aficionados lo hacen, si no con rabia, seguramente con perplejidad, con melancolía, con cinismo o incluso con histeria: todos esos excesos emocionales deben ser contenidos por el profesional. Por eso el equilibrio es uno de los ingredientes esenciales del golf. Los profesionales recorren invariablemente el campo flemáticos, sean cuales sean las emociones que bullen en su interior, con el aspecto sombrío pero plácido y aburrido de los vaqueros, flojos de cuerpo en sus monturas, que llevan dos meses cuidando el mismo rebaño.