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Cuando Joseph Smith, hijo, estuvo allí, mantuvimos una conversación en la que en todos los casos no dejé de afirmar que lo que había dicho era estrictamente cierto. Se habló de un asunto sucio, desagradable y asqueroso de él y Fanny Alger, en el que declaré terminantemente que nunca me había desviado de la verdad en el asunto, y como supuse fue admitido por él mismo.