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Uno de los errores más peligrosos es creer que la civilización está automáticamente destinada a aumentar y extenderse. La lección de la historia es la contraria: la civilización es una rareza, se alcanza con dificultad y se pierde fácilmente. El estado normal de la humanidad es la barbarie, igual que la superficie normal del planeta es el agua salada. La tierra ocupa un lugar preponderante en nuestra imaginación y la civilización en los libros de historia, sólo porque el mar y el salvajismo nos resultan menos interesantes.