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No vayas al templo a poner flores a los pies de Dios, llena primero tu propia casa con la fragancia del amor. No vayas al templo a encender velas ante el altar de Dios, elimina primero las tinieblas del pecado de tu corazón. No vayas al templo a inclinar la cabeza en oración, aprende primero a inclinarte con humildad ante tus semejantes. No vayas al templo a rezar de rodillas, inclínate primero para levantar a alguien que está pisoteado. No vayas al templo a pedir perdón por tus pecados, perdona primero de corazón a los que han pecado contra ti.