La primera vez que tuve la oportunidad de conocer a Michael fue en el escenario del Madison Square Garden. Había un montón de gente en el escenario, y recuerdo que perdí la cabeza. Dios mío, ahí está Michael Jackson. Yo estaba justo encima de su hombro derecho. Y cuando por fin tuve la oportunidad de subir al escenario con él, me quedé paralizado. Él tenía el tipo de magia que sólo se inclinó ante. Le dije: "Te quiero, y sé que lo has oído un millón de veces de fans de todo el mundo, pero has significado mucho para mí como artista, y te quiero, y te he admirado todos estos años".