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Una vez me encargué, por encargo de un amigo, de pasar de contrabando un perrito por la aduana. Yo era de proporciones generosas y me las arreglé para ocultar el perrito sobre mi persona. Todo iba bien hasta que mi pecho ladró.
Una vez me encargué, por encargo de un amigo, de pasar de contrabando un perrito por la aduana. Yo era de proporciones generosas y me las arreglé para ocultar el perrito sobre mi persona. Todo iba bien hasta que mi pecho ladró.