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Si el ojo no estuviera hecho para recibir los rayos del sol, no podría contemplar el sol; si el poder peculiar de Dios no estuviera en nosotros, ¿cómo podría encantarnos lo divino?
Si el ojo no estuviera hecho para recibir los rayos del sol, no podría contemplar el sol; si el poder peculiar de Dios no estuviera en nosotros, ¿cómo podría encantarnos lo divino?