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El combate temerario a menudo inmortaliza al hombre; si cae, es reconocido en la canción; pero las épocas posteriores no cuentan las incesantes lágrimas que derrama la mujer abandonada. Los poetas no nos hablan de las muchas noches consumidas en llanto, ni de los lúgubres días en que su alma angustiada anhela en vano llamar a su amado.