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Es una locura llevar a la iglesia sombreros de paja y de terciopelo; todos deberíamos llevar cascos protectores. Los ujieres deberían darnos salvavidas y bengalas de señalización; deberían atarnos a nuestros bancos. Porque el Dios dormido puede despertarse algún día y ofenderse, o el Dios despierto puede arrastrarnos a donde nunca podamos volver.