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Hay en este mundo un tipo feo de perdón, una especie de perdón de erizo, disparado como púas. Los hombres toman a uno que ha ofendido, y lo ponen ante la cerbatana de su indignación, y lo abrasan, y queman su falta en él; y cuando lo han amasado lo suficiente con sus puños ardientes, entonces... lo perdonan.