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  • Dejemos que la pasión alcance una catástrofe y nos someta a una fuerza embriagadora mucho más poderosa que la irritación mezquina del vino o del opio. La lucidez que alcanzan entonces nuestras ideas, y la delicadeza de nuestras sensaciones demasiado exaltadas, producen los efectos más extraños e inesperados.