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Ningún halcón que se abalance sobre su presa, ningún ciervo que improvise nuevos rodeos para engañar al cazador, ningún perro que olfatee la caza desde lejos es comparable en velocidad a la celeridad de un vendedor cuando cierra un trato, a su habilidad para poner la zancadilla o adelantarse a un rival y al arte con el que olfatea y descubre una posible venta.