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El amor propio es tan protector como la Deidad; el desencanto es tan perspicaz como un cirujano; la experiencia es tan providente como una madre. Tales son las virtudes teologales del matrimonio.
El amor propio es tan protector como la Deidad; el desencanto es tan perspicaz como un cirujano; la experiencia es tan providente como una madre. Tales son las virtudes teologales del matrimonio.