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Lord Bacon ha comparado a los que se mueven en las esferas superiores con esos cuerpos celestes del firmamento, que despiertan mucha admiración, pero poco descanso. Y no es necesario investir de poder a un sabio para convencerle de que se trata de una prenda adornada con oro, que deslumbra al que la contempla por su esplendor, pero oprime al que la lleva por su peso.