Hay una especie de grandeza y respeto que la parte más mezquina e insignificante de la humanidad se esfuerza por procurar en el pequeño círculo de sus amigos y conocidos. El mecánico más pobre, es más, el hombre que vive de la limosna común, le consigue su grupo de admiradores, y se deleita en esa superioridad de que goza sobre los que están en algunos aspectos por debajo de él. Esta ambición, que es natural al alma del hombre, podría, me parece, recibir un giro muy feliz; y, si se dirigiera correctamente, contribuir tanto a la ventaja de una persona, como lo hace generalmente a su inquietud y desasosiego.