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  • Generalmente surge de la mala voluntad hacia la humanidad, de una inclinación privada a hacernos estimar, de una ostentación de ingenio y de la vanidad de ser considerados en los secretos del mundo; o de un deseo de gratificar cualquiera de estas disposiciones mentales en aquellas personas con quienes conversamos.

    Joseph Addison, Sir Richard Steele (1852). “The Spectator”, p.675