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Era el año 1590, invierno. Austria estaba lejos del mundo, y dormía; todavía era la Edad Media en Austria, y prometía seguir siéndolo para siempre. Algunos incluso la retrasaron siglos y siglos y dijeron que, según el reloj mental y espiritual, aún era la Edad de las Creencias en Austria. Pero lo decían como un cumplido, no como un insulto, y así se tomó, y todos estábamos orgullosos de ello. Lo recuerdo bien, aunque sólo era un niño; y recuerdo también el placer que me produjo.