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Alberto Durero, el famoso pintor, solía decir que no le gustaban los cuadros pintados con muchos colores, sino los pintados con una simplicidad selecta. Lo mismo me ocurre con los sermones.
Alberto Durero, el famoso pintor, solía decir que no le gustaban los cuadros pintados con muchos colores, sino los pintados con una simplicidad selecta. Lo mismo me ocurre con los sermones.