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  • Lo poco que he visto del mundo me enseña a mirar los errores de los demás con pena, no con ira. Cuando tomo la historia de un pobre corazón que ha pecado y sufrido, y me represento las luchas y tentaciones por las que ha pasado, las breves pulsaciones de alegría, la febril inquietud de la esperanza y el miedo, la presión de la necesidad, el abandono de los amigos, preferiría dejar el alma errante de mi prójimo con Aquel de cuya mano vino.