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  • El cuervo una vez se vistió de níveas plumas,
    Blanco como el pecho inmaculado de la paloma más blanca,
    Hermoso como el guardián del Capitolio,
    Suave como el cisne; un ave grande y encantadora.
    Su lengua, su lengua charlatana le había cambiado por completo
    al negro hollín del blanco más puro.

    Ovid (1833). “Ovid”, p.56