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El genio produce de vez en cuando una nimiedad afortunada. Todavía leemos la Paloma de Anacreonte y el Gorrión de Catulo; y un escritor se complace naturalmente con una interpretación que no debe nada al tema.
El genio produce de vez en cuando una nimiedad afortunada. Todavía leemos la Paloma de Anacreonte y el Gorrión de Catulo; y un escritor se complace naturalmente con una interpretación que no debe nada al tema.