El gusto, si significa algo más que un mero conocimiento, debe significar una susceptibilidad general a la verdad y la nobleza, un sentido para discernir, y un corazón para amar y reverenciar toda belleza, orden, bondad, dondequiera, o en cualesquiera formas y acompañamientos que se vean. Esto sin duda implica, como su principal condición, no un determinado rango o situación externa, sino una mente finamente dotada, purificada en armonía consigo misma, en agudeza y justicia de visión; sobre todo, encendida en amor y admiración generosa.