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  • Dios creó tanto las lágrimas como la risa, y ambas con fines benéficos; pues así como la risa permite que la alegría y la sorpresa respiren libremente, las lágrimas permiten que la tristeza se desahogue pacientemente. Las lágrimas impiden que el dolor se convierta en desesperación y locura.

    Leigh Hunt (1853). “The Religion of the Heart: A Manual of Faith and Duty”, p.62