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  • No hay que confundir la siesta con el sueño. Dormimos para recargar el cuerpo. Dormimos para cuidar el alma. Cuando echamos la siesta, descansamos los ojos mientras se dispara nuestra imaginación. Nos preparamos para la siguiente ronda. Clasificar, cribar, separar lo profundo de lo profano, lo posible de lo improbable. Ensayar nuestro discurso de aceptación del Premio Nobel, nuestra sorpresa al recibir el premio MacArthur al genio. Esto requiere una posición boca abajo. Si tenemos suerte, puede que nos quedemos dormidos, pero no iremos muy lejos. Sólo lo suficiente para rescatar nuestra creatividad del caos.