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El desprecio de los demás es el síntoma más verdadero de un corazón vil y malo; mientras que se sugiere a sí mismo al mezquino y al vil, y le hace cosquillas a su pequeña fantasía en cada ocasión, nunca entra en la mente grande y buena sino por los motivos más fuertes; ni es entonces un huésped bienvenido, proporcionando sólo una sensación incómoda, y trayendo siempre consigo una mezcla de preocupación y compasión.