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  • El Salvador que revoloteó ante los patriarcas a través de la niebla de la antigua dispensación, y que habló en el pasado a los padres por los profetas, articulado pero invisible, es el mismo Salvador que, en las alturas abiertas del Evangelio, y en la abundante luz del día de este Nuevo Testamento, nos habla a nosotros. Siempre es el mismo Jesús, y esa Biblia es, de principio a fin, toda ella, la palabra de Cristo.