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  • Nunca he visto en ninguna parte una descripción adecuada del asombro, del horror incomprensible del grueso del pueblo estadounidense que precedió al disparo de aquel cañón en Sumter. Los políticos o los líderes previsores de ambos bandos sabían lo que se avecinaba. Y son ellos quienes han escrito las historias de la guerra. Pero para los millones de personas tranquilas, ocupadas en sus granjas o tiendas, el desastre que se avecinaba era tan inexplicable como un terremoto. Su protesta surgió de mar a mar como el clamor de una gigantesca colmena de abejas asustadas.