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Los árboles y las flores eran a menudo más significativos para mí que las personas. Siempre me ayudaban, me consolaban, dando al alma la oportunidad de creer una vez más que el mundo era bello y sensato, que los locos absurdos y crueldades de los hombres iban contra las leyes de la Naturaleza y la Mente Universal; que tarde o temprano la violencia sufriría una derrota total en esta Tierra. Ninguna palabra recogida en los libros me convencía más eficazmente que el follaje, las nubes, las aguas ondulantes, la lluvia.