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Hay algunas mujeres que parecen haber nacido sin miedo, igual que hay personas que nacen sin la capacidad de sentir dolor. Los indoloros van por ahí metiendo las manos en estufas calientes, congelándose los pies hasta la gangrena, escaldándose el revestimiento de la garganta con café hirviendo, porque no hay angustia que lo advierta. La evolución no les favorece. Tal vez tampoco a las mujeres intrépidas, porque no hay muchas. ... La Providencia parece proteger a tales mujeres, tal vez por asombro.