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En lugar de desechar todos nuestros viejos prejuicios, los conservamos en un grado muy considerable y, para mayor vergüenza nuestra, los conservamos porque son prejuicios; y cuanto más han durado y cuanto más han prevalecido en general, más los conservamos. Tememos poner a los hombres a vivir y comerciar cada uno con su propia reserva privada de razón; porque sospechamos que esta reserva en cada hombre es pequeña, y que los individuos harían mejor en servirse del banco general y del capital de las naciones y de las edades.