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La belleza tiene tantos encantos, que uno no sabe cómo hablar contra ella; y cuando sucede que una figura agraciada es la morada de un alma virtuosa, cuando la belleza del rostro habla de la modestia y humildad de la mente, y la justicia de la proporción eleva nuestros pensamientos hasta el corazón y la sabiduría del gran Creador, se le puede permitir algo, y algo a los adornos que la realzan; y, sin embargo, cuando se lea toda la apología, se verá al fin que la belleza, como la verdad, nunca es tan gloriosa como cuando es más sencilla.