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Nuestros amigos deben ser nuestros incentivos para el bien, pero no sólo nuestra guía, sino nuestras estrellas proféticas. Amar por derecho es mucho, amar por fe es más; ambos son el amor completo, sin el cual el corazón, la mente y el alma no pueden estar satisfechos por igual. Nos amamos y debemos amarnos unos a otros, no meramente por el valor absoluto de cada uno, sino en razón de una mutua idoneidad de carácter temporal.