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Cualquiera que haya criado a más de un hijo sabe muy bien que los niños salen como salen: de forma asombrosa, en su mayor parte, y normalmente muy distinta a sus hermanos, incluso a sus gemelos, criados bajo el mismo techo defectuoso. Poco de lo que hemos hecho o dicho, o dejado de hacer o de decir, parece haber dejado mucha huella. Es una arrogancia suponernos tan influyentes; es tan probable que un comentario casual en el patio de recreo les cambie la vida como cualquier campaña dedicada por nuestra parte. Vienen con gran parte de su propio software ya instalado, esperando, y ninguna de las teclas que pulsemos lo anulará.