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  • En Estados Unidos, los esnobs que no se verían ni muertos con un billete de lotería juegan a la bolsa. Nos gusta apostar. Si ganamos, habremos cerrado los ojos, saltado al otro lado del abismo y aterrizado con las margaritas hasta las rodillas. Incluso perder tiene un cierto encanto sombrío: los dioses del azar son dignos oponentes; nos hemos enfrentado a ellos en un combate cuerpo a cuerpo y, aunque hemos perdido, al menos no hemos rehuido la contienda.