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A nadie debería permitírsele devolver el don de la vida, a menos que sea muy viejo y esté lleno de lágrimas, cuando el cuerpo sobrevive al espíritu, momento en el que debería permitírsele unirse a los demás que ya se han ido.
A nadie debería permitírsele devolver el don de la vida, a menos que sea muy viejo y esté lleno de lágrimas, cuando el cuerpo sobrevive al espíritu, momento en el que debería permitírsele unirse a los demás que ya se han ido.